Considerando el fuerte impulso a nivel global respecto a una transición energética acelerada, nuestro país, al igual que el resto del mundo, deberá revisar y replantear las opciones estratégicas disponibles para el sector energético.
Dentro de sus atribuciones para la planeación, creación e implementación de una política energética, los países deben tomar en cuenta, entre otros elementos, las características específicas de su territorio en cuanto a disponibilidad de recursos, su capacidad económica para explotarlos, así como las afectaciones ambientales o externalidades que tendrán dichas actividades productivas, para así poder emplear la mejor solución costo-efectiva y resolver lo que es conocido como trilema energético.
El trilema energético es un concepto desarrollado por el Consejo Mundial de la Energía referente a que si un sistema energético aspira a ser sustentable, tiene que tomar en cuenta tres importantes vectores, los cuales están ligados entre ellos y deben encontrar un punto óptimo de su manejo, estos son: seguridad energética, equidad energética y sostenibilidad medioambiental.[1]
El pilar ambiental representa la transición del sistema energético de un país hacia mitigar y evitar hasta donde sea lógicamente posible, y en la medida de sus posibilidades, el menoscabo al medioambiente.
Cambio climático, principal problema ambiental
En el contexto global actual, y desde hace tiempo, aunque no se le había reconocido la importancia que tiene hoy en día, resulta claro que el principal problema ambiental es el cambio climático, mismo que es definido por el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) como «La importante variación estadística en el estado medio del clima o en su variabilidad, que persiste durante un periodo prolongado».
No obstante el auge y crecimiento de las energías renovables, las emisiones de CO2 provenientes ya sea directa o indirectamente del sector de la energía, son las que tienen un mayor porcentaje dentro del problema del cambio climático, y a su vez, aún existe una tendencia respecto al incremento de esta participación con el paso del tiempo.
Es importante señalar que en comparación con otros países emergentes, México había sido históricamente considerado como pionero en cuestiones relativas a la implementación de herramientas importantes en la materia. Entre otras más, encontramos la elaboración de inventarios de emisiones, comunicaciones nacionales y actualizaciones constantes de la curva de abatimiento de emisiones, así como la publicación temprana de la Ley General de Cambio Climático.
Agenda 2030
Aunado a ello, la Ley de Transición Energética de 2015 establece metas de participación mínima de energías limpias en la generación de energía eléctrica del 25% para el año 2018, del 30% para 2021 y del 35% para 2024.
Junto con la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Acuerdo de París (2015) constituye el eje de lo que se denomina Agenda 2030, identificando objetivos y rutas que permitirán hacer frente a los mayores retos de la humanidad en este siglo.
En el acuerdo referido, se establecen metas claras respecto a las limitaciones en el aumento de la temperatura global por debajo de los dos grados centígrados, así como realizar esfuerzos para no sobrepasar los 1.5 grados centígrados, respecto al periodo preindustrial.
La Brecha de Emisiones 2019
Recientemente fue publicada la decima edición del reporte La Brecha de Emisiones 2019[2] emitido por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, mismo que muestra la diferencia entre el alcance de las metas de mitigación de los países y el nivel de reducción necesario con base en la ciencia para cumplir con el Acuerdo de París.
En ese sentido, para mantenernos en el escenario de 2 grados, la brecha es de alrededor de 15 GtCO2e[3], para 1.5 grados la brecha es del doble de emisiones.
Al respecto, la Contribución Nacionalmente Determinada de México (NDC por sus siglas en inglés), en materia de gases de efecto invernadero, consta de: i) una reducción no condicionada del 22% de dichas emisiones para 2030 y ii) una reducción condicionada de 36% para el mismo año. Las condicionadas son las que requieren del establecimiento de un nuevo régimen internacional de cambio climático, en el cual México pudiera obtener recursos adicionales y lograr mecanismos efectivos de transferencia de tecnología.
Metas muy ambiciosas
En ese sentido, se estima que las metas determinadas por nuestro país son bastante ambiciosas, por lo cual, para alcanzarlas, se deben tomar acciones desde etapas tempranas y con una lógica de largo plazo. En ese sentido, tomando en cuenta diversas medidas en materia de política y regulación energética, no sería extraño pensar que México pueda ser de los primeros países en demostrar que no se encuentra en vías de cumplimiento de sus metas, tanto en los hechos como en los números.
Debemos concluir que la descarbonización del sector de generación de electricidad y la disminución del uso de combustibles fósiles en general puede traer grandes beneficios en salud y en los ecosistemas. Al respecto, resulta importante realizar un análisis objetivo de los distintos tipos de tecnologías disponibles, así como de sus impactos económicos, sociales y ambientales, particularmente desde una perspectiva de cambio climático.
[1] Mulás, P. 2019. El Trilema Energético. En Transición Energética. Edición febrero – abril, 15) Instituto Nacional de Electricidad y Energías Limpias.
[2] https://www.unenvironment.org/es/resources/informe-sobre-la-brecha-de-emisiones-2019
[3] Gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente.