Mientras más temprano en el proyecto se inicien los estudios y consideraciones sociales, más exitosa será la materialización de cualquier tipo de proyecto de infraestructura.
Cada día veo más empresas y megaproyectos que incluyen el componente de valoración y administración de riesgo social en las etapas más tempranas de la concepción de sus proyectos. Esto puede atribuirse a las evidencias de que mientras más pronto se incorpore la administración de riesgos no técnicos a la gestión general del proyecto, los resultados son invariablemente más favorables.
La diferenciación de fondo entre proyectos que se desarrollan armónicamente en el ámbito social tiene su raíz en la importancia genuina que la alta gerencia concede al factor social. Las compañías que realmente han valorado, estimado y cuantificado el impacto de un mal manejo de un tema social, han sabido encausar tempranamente sus esfuerzos para tener proyectos más exitosos. De fondo, esto se trata de asignar recursos materiales, recursos humanos y el tiempo requerido para identificar, caracterizar y dimensionar los impactos sociales asociados a cada una de las etapas del proyecto.
Por fortuna, cada vez tenemos más referencias de estudios de factibilidad social que se llevan a cabo en su más amplia acepción, sobrepasando por mucho el umbral de los requisitos locales, e incluso, internacionales. Hay señales de que los grandes desarrollos de infraestructura están cada día incorporando la evaluación de impacto social desde las etapas más tempranas de los proyectos. Los presupuestos de estudios iniciales aumentan también, pero queda claro que es una inversión que permitirá posteriormente generar ahorros al evitar conflictos sociales y la interposición de recursos legales que retrasen los planes del proyecto.
El desarrollador tiene mucho que perder…
Un error frecuente por parte de los desarrolladores es generar la primera aproximación en materia comunitaria cuando ya se ha realizado el inicio de actividades de preparación, o la maquinaria está prácticamente en acción. Esto, generalmente, se interpreta por la comunidad como una falta de atención, consideración y respeto. Además, se transmite la idea correcta de que el desarrollador tiene mucho que perder en caso de no llegar a acuerdos con la comunidad, y que ésta tiene poco que decir respecto a su autodeterminación.
La evaluación de impacto social y la gestión de riesgos no técnicos, específicamente comunitarios, son un continuo, no un momento en el tiempo. La simple fotografía de condiciones sociodemográficas con las que se puede obtener una autorización por parte de la Secretaría de Energía (Sener), por ejemplo, es insuficiente para una gestión social adecuada y exitosa.
Mientras más temprano en el proyecto se inicien los estudios y consideraciones sociales, más exitosa será la materialización de cualquier tipo de proyecto de infraestructura. Siempre sugerimos a los desarrolladores no esperar a que emerja el conflicto social para administrarlo. Aun cuando se crea que el proyecto avanza sin contratiempos en el ámbito comunitario, siempre es necesario tener un mapeo adecuado actualizado de los actores sociales y sus necesidades.