Las principales emisiones de México en 2021 fueron de dióxido de carbono (63.9%), metano (27.7%) y óxido nitroso (5.1%). Por fuentes, destacan los sectores energético y agropecuario.
El cambio climático ha pasado de ser un tema exclusivo de discusiones académicas o de organizaciones medioambientales a convertirse en uno de los asuntos más destacados en diversos medios de comunicación. El aumento de fenómenos climáticos extremos, como heladas, sequías, inundaciones y ciclones de alta intensidad, resalta la urgencia de abordar este gran desafío que enfrenta la sociedad actual.
En términos generales, el cambio climático es consecuencia del efecto invernadero, donde los Gases de Efecto Invernadero (GEI) desempeñan un papel fundamental. Estos gases, presentes en la atmósfera, provocan un calentamiento similar al que ocurre en un invernadero, generando perturbaciones en el sistema climático global, conocidas como cambio climático.
México, como parte de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), tiene la obligación de informar sus emisiones de GEI a través del Inventario Nacional de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero (INEGYCEI). En 2021, las emisiones brutas de GEI de México representaron el 1.4% del total global, situándose como el segundo país de América Latina con mayores emisiones, después de Brasil, de acuerdo con un análisis del banco BBVA.
Según el INECC, en 2021, las emisiones brutas de GEI de México superaron las 714 millones de toneladas de CO2 equivalente. Aunque estas cifras no incluyen reducciones por actividades de uso de suelo y productos forestales, que representaron aproximadamente el 26% de las emisiones brutas en 2019, se utilizan para comparaciones anuales y para comprender las diversas fuentes de emisiones en el país.
La pandemia de COVID-19 tuvo un impacto significativo en las emisiones de GEI. En 2020, las emisiones globales disminuyeron un 3.7%, y en México, la reducción fue del 5.6%. Esto se relaciona directamente con la contracción económica causada por la pandemia, evidenciando la estrecha conexión entre la actividad económica y las emisiones.
El Protocolo de Kioto, firmado en 1997, fue un hito internacional en la regulación de las emisiones de GEI. Sin embargo, su implementación fue desafiante, ya que solo los países desarrollados tenían compromisos vinculantes. El Acuerdo de París de 2015 corrigió esta desigualdad, estableciendo metas de reducción de emisiones para todos los países, conocidas como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDCs).
México se compromete a reducir al menos un 35% de sus emisiones de GEI para 2030, considerando un escenario sin cambios. Este objetivo puede aumentar hasta el 40% con mayor cooperación internacional y financiamiento. Estas metas, actualizadas en 2022, reflejan el compromiso del país en la lucha contra el cambio climático.
Es fundamental destacar las categorías de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), así como los gases fluorados, que son sintéticos y pueden ser hasta 23,000 veces más potentes en su contribución al calentamiento atmosférico. La medición del impacto se realiza en unidades de CO2 equivalente (CO2e).
A pesar de la complejidad y gravedad del cambio climático, el documento sugiere que la economía mexicana podría estar experimentando una transición hacia una reducción en la intensidad de emisiones asociadas a la actividad económica, siguiendo la Curva Ambiental de Kuznets. Sin embargo, se destaca la necesidad de recopilar más datos para confirmar esta tendencia a largo plazo.
En resumen, el análisis aborda la urgencia de abordar el cambio climático y cómo México, como parte de los esfuerzos internacionales, está trabajando hacia la reducción de emisiones. La relación entre la actividad económica y las emisiones destaca la necesidad de enfoques sostenibles y medidas para lograr un equilibrio entre el desarrollo y la protección del medio ambiente.
Las principales emisiones de México en 2021 fueron de dióxido de carbono (63.9%), metano (27.7%) y óxido nitroso (5.1%). Por fuentes, destacan los sectores energético y agropecuario.
El cambio climático ha pasado de ser un tema exclusivo de discusiones académicas o de organizaciones medioambientales a convertirse en uno de los asuntos más destacados en diversos medios de comunicación. El aumento de fenómenos climáticos extremos, como heladas, sequías, inundaciones y ciclones de alta intensidad, resalta la urgencia de abordar este gran desafío que enfrenta la sociedad actual.
En términos generales, el cambio climático es consecuencia del efecto invernadero, donde los Gases de Efecto Invernadero (GEI) desempeñan un papel fundamental. Estos gases, presentes en la atmósfera, provocan un calentamiento similar al que ocurre en un invernadero, generando perturbaciones en el sistema climático global, conocidas como cambio climático.
México, como parte de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), tiene la obligación de informar sus emisiones de GEI a través del Inventario Nacional de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero (INEGYCEI). En 2021, las emisiones brutas de GEI de México representaron el 1.4% del total global, situándose como el segundo país de América Latina con mayores emisiones, después de Brasil, de acuerdo con un análisis del banco BBVA.
Según el INECC, en 2021, las emisiones brutas de GEI de México superaron las 714 millones de toneladas de CO2 equivalente. Aunque estas cifras no incluyen reducciones por actividades de uso de suelo y productos forestales, que representaron aproximadamente el 26% de las emisiones brutas en 2019, se utilizan para comparaciones anuales y para comprender las diversas fuentes de emisiones en el país.
La pandemia de COVID-19 tuvo un impacto significativo en las emisiones de GEI. En 2020, las emisiones globales disminuyeron un 3.7%, y en México, la reducción fue del 5.6%. Esto se relaciona directamente con la contracción económica causada por la pandemia, evidenciando la estrecha conexión entre la actividad económica y las emisiones.
El Protocolo de Kioto, firmado en 1997, fue un hito internacional en la regulación de las emisiones de GEI. Sin embargo, su implementación fue desafiante, ya que solo los países desarrollados tenían compromisos vinculantes. El Acuerdo de París de 2015 corrigió esta desigualdad, estableciendo metas de reducción de emisiones para todos los países, conocidas como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDCs).
México se compromete a reducir al menos un 35% de sus emisiones de GEI para 2030, considerando un escenario sin cambios. Este objetivo puede aumentar hasta el 40% con mayor cooperación internacional y financiamiento. Estas metas, actualizadas en 2022, reflejan el compromiso del país en la lucha contra el cambio climático.
Es fundamental destacar las categorías de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), así como los gases fluorados, que son sintéticos y pueden ser hasta 23,000 veces más potentes en su contribución al calentamiento atmosférico. La medición del impacto se realiza en unidades de CO2 equivalente (CO2e).
A pesar de la complejidad y gravedad del cambio climático, el documento sugiere que la economía mexicana podría estar experimentando una transición hacia una reducción en la intensidad de emisiones asociadas a la actividad económica, siguiendo la Curva Ambiental de Kuznets. Sin embargo, se destaca la necesidad de recopilar más datos para confirmar esta tendencia a largo plazo.
En resumen, el análisis aborda la urgencia de abordar el cambio climático y cómo México, como parte de los esfuerzos internacionales, está trabajando hacia la reducción de emisiones. La relación entre la actividad económica y las emisiones destaca la necesidad de enfoques sostenibles y medidas para lograr un equilibrio entre el desarrollo y la protección del medio ambiente.