México ocupa el puesto 57 en el ranking del WEF sobre transición energética, destacando la necesidad de mayor inversión y políticas públicas para mejorar su posición global.
México ocupa el puesto 57 en el ranking global del Foro Económico Mundial (WEF) sobre la preparación para la transición energética, en una lista que evalúa a 120 países.
Este ranking destaca los esfuerzos y desafíos que enfrentan las naciones en la transición hacia energías más limpias y sostenibles, esenciales para frenar el cambio climático de todos los países en el mundo.
En el contexto latinoamericano, México se encuentra por detrás de varios países de la región. Brasil lidera en Latinoamérica y es el 12º a nivel global, gracias a su significativa inversión en energías limpias como la hidroeléctrica y los biocombustibles. Costa Rica, ocupando el 30º puesto global, es el segundo mejor posicionado en la región, seguido por Colombia (35º), Paraguay (42º), El Salvador (46º) y Perú (47º).
La posición de México en el ranking refleja varios factores clave. A pesar de contar con un vasto potencial para la generación de energías renovables, como la solar y la eólica, y de tener importantes recursos naturales, el país aún enfrenta desafíos significativos en términos de infraestructura, inversión y políticas públicas que promuevan la transición energética.
A nivel global, Suecia lidera la clasificación, seguido por Dinamarca, Finlandia, Suiza y Francia. Estos países han mostrado un fuerte compromiso y han implementado políticas efectivas para fomentar la transición energética. En contraste, México debe intensificar sus esfuerzos para mejorar su posición en futuras evaluaciones.
El informe del WEF subraya la necesidad de una mayor inversión en energías limpias. En 2023, la inversión global en transición energética alcanzó un récord de 1.8 billones de dólares, un aumento del 17% respecto al año anterior. Sin embargo, las emisiones del sector energético continuaron creciendo, destacando la urgencia de acelerar la adopción de tecnologías limpias.
El WEF señala que las incertidumbres globales, la volatilidad económica, las tensiones geopolíticas y los cambios tecnológicos están ralentizando la transición energética. Estos factores afectan a países como México, que necesitan fortalecer su marco regulatorio y aumentar la inversión en infraestructura energética sostenible.