Por: Ana Suarez
La necesidad de hacer Evaluaciones de Impacto Social, también conocidas como EVIS, ha cobrado relevancia desde su inclusión como medida para obtener autorizaciones de SENER. Sin embargo, si se entiende la necesidad y utilidad real de estos estudios, podremos constatar que entre sus alcances, más allá de un procedimiento burocrático, se trata de instrumentos de inteligencia social que benefician tanto a los desarrolladores como a los gobiernos y comunidades. A pesar de que en México llevamos varios años realizándolas, no se han visto efectos directos que faciliten la vinculación entre comunidades y desarrolladores.
El procedimiento de implementación de la EVIS ha sido un camino de aprendizaje para entidades gubernamentales, inversionistas, consultores y comunidades. La maduración de este proceso se acompaña por la publicación de las Disposiciones Administrativas de Carácter General sobre la Evaluación de Impacto Social en el Sector Energético, a mediados de 2018.
Estos lineamientos cuentan con un alcance notable, retomando las mejores prácticas internacionales y, sobre todo, las lecciones que ha dejado la práctica en el contexto mexicano. Sin embargo, muchos de quienes ejecutan o aprueban las evaluaciones parecen no entender a cabalidad el propósito y la relevancia de realizarlas.
En nuestra experiencia, una evaluación va más allá de un compendio de datos sociodemográficos. Por ejemplo, la proposición “X número de personas en z localidades que cuentan o no con agua corriente” no logra retratar ni descifrar las particularidades de las comunidades que potencialmente serán impactadas por los proyectos. Por supuesto que estos datos son necesarios, pero constituyen tan sólo el punto de partida de la investigación. Son la base sobre la cual intentamos construir el perfil de la comunidad, pero estos datos por sí mismos no cumplen con el propósito de la evaluación. Los datos secundarios, aunados a la información surgida de métodos cualitativos de interacción comunitaria, complementan la captura y comprensión de la historia, actualidad y futuro del tipo de cambios que el proyecto supone para las comunidades. Este enfoque permite anticipar los cambios positivos o negativos que sufrirán como colectividad en su vida cotidiana.
En una EVIS tradicional los actores interesados incluyen nombres de entidades gubernamentales o reguladoras, pero no mapean a poderes e intereses que alcanzan la mayor de las relevancias en el entorno comunitario. En una de nuestras evaluaciones, por ejemplo, detectamos la presencia de una persona de más de 90 años, fundadora de la colonia afectada. Esta señora había impedido el desarrollo de dos proyectos de infraestructura energética y había permitido uno. Es entonces cuando los datos de fuentes secundarias, el camino automatizado de entender a las autoridades como únicos actores o el estudio a la distancia pierde fuerza. Como investigadores debemos aterrizar realmente en las comunidades estudiadas y comprender su dinámica más allá de lo meramente estadístico.
Apegarse fielmente a las disposiciones de SENER no es suficiente si no tenemos claro como consultores, desarrolladores o autoridades cuál es el propósito de las mismas. En lo que atañe a las EVIS, habría que considerar varios interrogantes clave:
- ¿Logra reflejar la voz de la comunidad?
- ¿El documento me transmite quiénes son y cuáles son sus deseos, carencias o necesidades?
- ¿Identifica liderazgos no formales?
- ¿Comprende la historia reciente de esa comunidad con el cambio, otros proyectos similares o situaciones que puedan asemejarse (por ejemplo, activismo por falta de agua o ante situaciones de inseguridad)?
Otro aspecto que vulnera el potencial de las Evaluaciones es el no tomar con la debida seriedad las secciones de la evaluación que incluyen los Planes de Gestión: mitigación de impactos, comunicación y, sobre todo, la inversión social y monitoreo. Este tema será tratado en la siguiente entrega.
Por: Ana Suarez
La necesidad de hacer Evaluaciones de Impacto Social, también conocidas como EVIS, ha cobrado relevancia desde su inclusión como medida para obtener autorizaciones de SENER. Sin embargo, si se entiende la necesidad y utilidad real de estos estudios, podremos constatar que entre sus alcances, más allá de un procedimiento burocrático, se trata de instrumentos de inteligencia social que benefician tanto a los desarrolladores como a los gobiernos y comunidades. A pesar de que en México llevamos varios años realizándolas, no se han visto efectos directos que faciliten la vinculación entre comunidades y desarrolladores.
El procedimiento de implementación de la EVIS ha sido un camino de aprendizaje para entidades gubernamentales, inversionistas, consultores y comunidades. La maduración de este proceso se acompaña por la publicación de las Disposiciones Administrativas de Carácter General sobre la Evaluación de Impacto Social en el Sector Energético, a mediados de 2018.
Estos lineamientos cuentan con un alcance notable, retomando las mejores prácticas internacionales y, sobre todo, las lecciones que ha dejado la práctica en el contexto mexicano. Sin embargo, muchos de quienes ejecutan o aprueban las evaluaciones parecen no entender a cabalidad el propósito y la relevancia de realizarlas.
En nuestra experiencia, una evaluación va más allá de un compendio de datos sociodemográficos. Por ejemplo, la proposición “X número de personas en z localidades que cuentan o no con agua corriente” no logra retratar ni descifrar las particularidades de las comunidades que potencialmente serán impactadas por los proyectos. Por supuesto que estos datos son necesarios, pero constituyen tan sólo el punto de partida de la investigación. Son la base sobre la cual intentamos construir el perfil de la comunidad, pero estos datos por sí mismos no cumplen con el propósito de la evaluación. Los datos secundarios, aunados a la información surgida de métodos cualitativos de interacción comunitaria, complementan la captura y comprensión de la historia, actualidad y futuro del tipo de cambios que el proyecto supone para las comunidades. Este enfoque permite anticipar los cambios positivos o negativos que sufrirán como colectividad en su vida cotidiana.
En una EVIS tradicional los actores interesados incluyen nombres de entidades gubernamentales o reguladoras, pero no mapean a poderes e intereses que alcanzan la mayor de las relevancias en el entorno comunitario. En una de nuestras evaluaciones, por ejemplo, detectamos la presencia de una persona de más de 90 años, fundadora de la colonia afectada. Esta señora había impedido el desarrollo de dos proyectos de infraestructura energética y había permitido uno. Es entonces cuando los datos de fuentes secundarias, el camino automatizado de entender a las autoridades como únicos actores o el estudio a la distancia pierde fuerza. Como investigadores debemos aterrizar realmente en las comunidades estudiadas y comprender su dinámica más allá de lo meramente estadístico.
Apegarse fielmente a las disposiciones de SENER no es suficiente si no tenemos claro como consultores, desarrolladores o autoridades cuál es el propósito de las mismas. En lo que atañe a las EVIS, habría que considerar varios interrogantes clave:
- ¿Logra reflejar la voz de la comunidad?
- ¿El documento me transmite quiénes son y cuáles son sus deseos, carencias o necesidades?
- ¿Identifica liderazgos no formales?
- ¿Comprende la historia reciente de esa comunidad con el cambio, otros proyectos similares o situaciones que puedan asemejarse (por ejemplo, activismo por falta de agua o ante situaciones de inseguridad)?
Otro aspecto que vulnera el potencial de las Evaluaciones es el no tomar con la debida seriedad las secciones de la evaluación que incluyen los Planes de Gestión: mitigación de impactos, comunicación y, sobre todo, la inversión social y monitoreo. Este tema será tratado en la siguiente entrega.