Por: Rafael Díaz
La petrolera estatal de México Petróleos Mexicanos (Pemex) dejó de operar casi mil pozos en este año reciente. Información oficial indica que hasta el segundo trimestre de 2017 operaba 8,022 pozos, es decir, 910 menos de los que tenía en el mismo lapso de 2016. Del total de esos complejos, 93% está en tierra y el resto en las zonas marinas.
Pemex también registró la caída en otras actividades: entre enero y junio de 2017 perforó sólo 36 pozos, lo que representa 52% menos en comparación a los 75 del mismo periodo del año pasado. Según los históricos de Pemex, ésta es una de las cifras más bajas que ha registrado en décadas recientes. Además, en el mismo lapso, el número de pozos de desarrollo también se redujo al alcanzar sólo 22, equivalente a una baja de 66.7% respecto de los 66 de 2016.
Información del propio Pemex explica que la baja se debe a que la empresa ahora apuesta por los proyectos más rentables, obligada por la caída en los precios internacionales de petróleo y por los ajustes a su presupuesto.
Como parte de esta situación, la empresa también redujo su demanda en equipos de perforación de pozos, pues entre enero y junio de 2017, operó un promedio de 137 para trabajar en sus campos, equivalente a una reducción de 27% en comparación con los 187 que tenía el año pasado.
POZOS PETROLEROS DE PEMEX CAEN 10.2% EN 6 MESES
En los primeros seis meses de 2017 Pemex registró una reducción de 10.2% en el número de pozos de crudo que opera en el país, además de que mantiene una tendencia a la baja en la perforación y terminación de estos complejos, debido a una menor actividad de los activos Cinco Presidentes, Bellota-Jujo y Samaria-Luna.
La empresa insiste en que esto es el resultado de menor actividad programada en algunos activos, que disminuyó los resultados de manera significativa respecto al plan de perforación ejecutado el año pasado.
De manera contraria, los pozos de exploración lograron un aumento de 55.6%, pues sumó 14 en el periodo referido, cinco más que en el primer semestre de 2016, siendo éste, uno de los primeros resultados positivos en los últimos años, luego de los ajustes a su presupuesto y plan de negocios.
Como parte de esta situación, la empresa también redujo de manera drástica su demanda en equipos de perforación de pozos, pues entre enero y junio de 2017 operó un promedio de 137 para trabajar en sus campos, equivalente a una reducción de 27 por ciento respecto a los 187 de 2016.
Sin embargo, a Septiembre de 2017 (actual), Pemex ya ha dejado de extraer petróleo, gas asociado y no asociado en 2,720 pozos, con lo que reporta a esa fecha, solamente 6,030 pozos en operación, la cifra más baja en una década, siendo ésta una caída en tan solo 3 meses de 1,992 pozos, casi un 25%.
La mayor producción en cuanto a pozos se había alcanzado en 2013, con 9,836 pozos productores, viniendo desde 4,184 en el año 2000. Habiendo sido entre 2009 y 2013 los años con mayor número de pozos de exploración y desarrollo con 1,490 y 1,290 respectivamente. Dicho año se cerró el ciclo de bonanza que habíamos visto por muchos años cuando la cotización promedio alcanzó los $101/bbl. Considerando ahora que dicho precio está a $45/bbl promedio en 2017.
Es debatible si quedan esperanzas de recuperar lo que antes se tenía, en septiembre se reportaban 19 pozos de investigación, y recién el 3 de noviembre el gobierno federal daba a conocer un hallazgo de un yacimiento en Veracruz de 1,500 millones de barriles de crudo equivalente. La pregunta aquí, si éste no será como tantos otros anuncios de grandes descubrimientos una “llamarada de petate” para distraerse de la necesidad real de Pemex, una reconversión de fondo en eficiencia y efectividad (y ni siquiera hablamos de erradicar la corrupción).
Recordemos sin embargo, que en 1986, los precios colapsaron a medida que el exceso de existencias se acentuaba. La OPEP abandonó su estructura de precios fijos basado en el crudo árabe ligero y recortó sus precios para tratar de recuperar participación en el mercado. El crudo Brent bajó en julio hasta un mínimo de $8.75 dólares por barril. Y el mundo sobrevivió.
El problema para México es que este año para amortiguar la caída de ingresos petroleros se ha cortado un rubro muy importante y vital, el gasto de inversión, dándose preferencia al gasto corriente. Es un desastre. Porque si algo necesita este país son más inversiones físicas en grandes obras que nos conecten al mundo e incrementen el bienestar de la población. Pero no, paulatinamente hemos abandonado estos proyectos.
Y lo que viene es peor. Cada vez que el Estado mexicano vive una crisis fiscal, donde más recortan es en inversiones. Es impresionante, por ejemplo, ver la caída que tuvo este rubro después de la crisis de 1982: en prácticamente dos años se cayó la inversión pública en 50% como proporción del PIB y los recortes continuaron durante toda esa década. Luego se volvió a incrementar un poco, pero, después de la crisis de 1994, volvió a caerse.
Así es la realidad mexicana: cuando el Estado tiene problemas en sus finanzas, lo primero que ajusta son sus inversiones. Es lógico. Las carreteras, puertos, hospitales y acueductos no votan ni protestan cuando les pasan la tijera. En cambio, los trabajadores públicos, que son la gran mayoría del gasto corriente, tienen capacidad de movilizarse si afectan sus intereses. Pueden armarle un borlote político al gobierno, gobierno que, por cierto, no tiene mucho apoyo popular que digamos (basta ver los índices de popularidad cada vez más a la baja). De esta forma, para evitar conflictos, se rebajan las inversiones, lo cual tendrá efectos negativos para una economía como la mexicana con grandes carencias de infraestructura básica. Y esto hace que cada vez que sepamos de un país que estaba más atrasado que nosotros, y lo veamos rebasarnos en infraestructura, desarrollo y PIB per cápita, nos sigamos preguntando: ¿Cómo lo hicieron?
Por: Rafael Díaz
La petrolera estatal de México Petróleos Mexicanos (Pemex) dejó de operar casi mil pozos en este año reciente. Información oficial indica que hasta el segundo trimestre de 2017 operaba 8,022 pozos, es decir, 910 menos de los que tenía en el mismo lapso de 2016. Del total de esos complejos, 93% está en tierra y el resto en las zonas marinas.
Pemex también registró la caída en otras actividades: entre enero y junio de 2017 perforó sólo 36 pozos, lo que representa 52% menos en comparación a los 75 del mismo periodo del año pasado. Según los históricos de Pemex, ésta es una de las cifras más bajas que ha registrado en décadas recientes. Además, en el mismo lapso, el número de pozos de desarrollo también se redujo al alcanzar sólo 22, equivalente a una baja de 66.7% respecto de los 66 de 2016.
Información del propio Pemex explica que la baja se debe a que la empresa ahora apuesta por los proyectos más rentables, obligada por la caída en los precios internacionales de petróleo y por los ajustes a su presupuesto.
Como parte de esta situación, la empresa también redujo su demanda en equipos de perforación de pozos, pues entre enero y junio de 2017, operó un promedio de 137 para trabajar en sus campos, equivalente a una reducción de 27% en comparación con los 187 que tenía el año pasado.
POZOS PETROLEROS DE PEMEX CAEN 10.2% EN 6 MESES
En los primeros seis meses de 2017 Pemex registró una reducción de 10.2% en el número de pozos de crudo que opera en el país, además de que mantiene una tendencia a la baja en la perforación y terminación de estos complejos, debido a una menor actividad de los activos Cinco Presidentes, Bellota-Jujo y Samaria-Luna.
La empresa insiste en que esto es el resultado de menor actividad programada en algunos activos, que disminuyó los resultados de manera significativa respecto al plan de perforación ejecutado el año pasado.
De manera contraria, los pozos de exploración lograron un aumento de 55.6%, pues sumó 14 en el periodo referido, cinco más que en el primer semestre de 2016, siendo éste, uno de los primeros resultados positivos en los últimos años, luego de los ajustes a su presupuesto y plan de negocios.
Como parte de esta situación, la empresa también redujo de manera drástica su demanda en equipos de perforación de pozos, pues entre enero y junio de 2017 operó un promedio de 137 para trabajar en sus campos, equivalente a una reducción de 27 por ciento respecto a los 187 de 2016.
Sin embargo, a Septiembre de 2017 (actual), Pemex ya ha dejado de extraer petróleo, gas asociado y no asociado en 2,720 pozos, con lo que reporta a esa fecha, solamente 6,030 pozos en operación, la cifra más baja en una década, siendo ésta una caída en tan solo 3 meses de 1,992 pozos, casi un 25%.
La mayor producción en cuanto a pozos se había alcanzado en 2013, con 9,836 pozos productores, viniendo desde 4,184 en el año 2000. Habiendo sido entre 2009 y 2013 los años con mayor número de pozos de exploración y desarrollo con 1,490 y 1,290 respectivamente. Dicho año se cerró el ciclo de bonanza que habíamos visto por muchos años cuando la cotización promedio alcanzó los $101/bbl. Considerando ahora que dicho precio está a $45/bbl promedio en 2017.
Es debatible si quedan esperanzas de recuperar lo que antes se tenía, en septiembre se reportaban 19 pozos de investigación, y recién el 3 de noviembre el gobierno federal daba a conocer un hallazgo de un yacimiento en Veracruz de 1,500 millones de barriles de crudo equivalente. La pregunta aquí, si éste no será como tantos otros anuncios de grandes descubrimientos una “llamarada de petate” para distraerse de la necesidad real de Pemex, una reconversión de fondo en eficiencia y efectividad (y ni siquiera hablamos de erradicar la corrupción).
Recordemos sin embargo, que en 1986, los precios colapsaron a medida que el exceso de existencias se acentuaba. La OPEP abandonó su estructura de precios fijos basado en el crudo árabe ligero y recortó sus precios para tratar de recuperar participación en el mercado. El crudo Brent bajó en julio hasta un mínimo de $8.75 dólares por barril. Y el mundo sobrevivió.
El problema para México es que este año para amortiguar la caída de ingresos petroleros se ha cortado un rubro muy importante y vital, el gasto de inversión, dándose preferencia al gasto corriente. Es un desastre. Porque si algo necesita este país son más inversiones físicas en grandes obras que nos conecten al mundo e incrementen el bienestar de la población. Pero no, paulatinamente hemos abandonado estos proyectos.
Y lo que viene es peor. Cada vez que el Estado mexicano vive una crisis fiscal, donde más recortan es en inversiones. Es impresionante, por ejemplo, ver la caída que tuvo este rubro después de la crisis de 1982: en prácticamente dos años se cayó la inversión pública en 50% como proporción del PIB y los recortes continuaron durante toda esa década. Luego se volvió a incrementar un poco, pero, después de la crisis de 1994, volvió a caerse.
Así es la realidad mexicana: cuando el Estado tiene problemas en sus finanzas, lo primero que ajusta son sus inversiones. Es lógico. Las carreteras, puertos, hospitales y acueductos no votan ni protestan cuando les pasan la tijera. En cambio, los trabajadores públicos, que son la gran mayoría del gasto corriente, tienen capacidad de movilizarse si afectan sus intereses. Pueden armarle un borlote político al gobierno, gobierno que, por cierto, no tiene mucho apoyo popular que digamos (basta ver los índices de popularidad cada vez más a la baja). De esta forma, para evitar conflictos, se rebajan las inversiones, lo cual tendrá efectos negativos para una economía como la mexicana con grandes carencias de infraestructura básica. Y esto hace que cada vez que sepamos de un país que estaba más atrasado que nosotros, y lo veamos rebasarnos en infraestructura, desarrollo y PIB per cápita, nos sigamos preguntando: ¿Cómo lo hicieron?