Por: Luis Enrique Moreno Mendieta
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía la seguridad energética se define como: “la disponibilidad ininterrumpida de recursos energéticos a costos accesibles”. En la pasada crisis por el desabasto de combustible se evidenció la falta de certidumbre energética a lo largo del país, el endeble sistema de distribución de combustibles mostró que basta con tener pequeñas alteraciones en una de las tomas principales –el ducto Tuxpan-Azcapotzalco- para detener de manera alarmante a la economía 15 a nivel mundial.
Desde la cada vez menos abundante producción de hidrocarburos, hasta las fallas en la distribución y la nula capacidad de almacenamiento, el Sistema Energético Nacional pende día con día de un hilo tan delgado que tras cambios mínimos desata efectos desastrosos en todos y cada uno de los sectores del progreso nacional.
Sin embargo, cuando uno pretende estudiar la seguridad energética del país, el tema de las gasolinas no es el primero en prender los focos rojos, hay aún un rubro con menor certidumbre, el del gas natural.
El gas natural es usado en diversos sectores de diferentes tamaños, desde el uso en los hogares para realizar labores básicas como son el cocinar o la calefacción, hasta la generación de grandes cantidades de electricidad en las plantas termoeléctricas y también como combustible para automóviles, siendo menos agresivo para el ambiente que otros hidrocarburos más pesados.
Es por ello que cualquier persona podría pensar a priori que, dada la importancia del gas natural, se cuenta con una sólida estrategia para procurar su distribución de manera eficiente en tanto precios como en volúmenes y de manera sostenible para generaciones futuras. Nada más lejos de la realidad.
Estimados al 1 de enero del 2017 indican que las reservas 3P de gas natural en México rondan los 30,000 mmpc, de las cuales, 10,000 mmpc corresponden a las reservas probadas. Por otro lado, la demanda nacional actual supera los 8 mmpc de gas natural al día, de seguir con esta tendencia se tienen tan solo 3 años y medio con la demanda cubierta. Esto suponiendo que el total del consumo doméstico fuera abastecido con recursos originarios y no importaciones. Sin embargo, México únicamente produce 2,700 millones de pies cúbicos, importando así más del 60% de lo que se consume, es aquí donde radica el problema de la vulnerabilidad del gas natural en el país.
Mientras que en los hidrocarburos líquidos el problema principal recae en la distribución y almacenamiento, los problemas del gas natural se agravan hasta en el descubrimiento de las nuevas reservas y el desarrollo de campos y tecnología para su explotación; que son el principio de la cadena de valor. Es decir, aunque el crudo y sus derivados no estén llegando al consumidor final, lo cual se evidenció recientemente como un hecho gravísimo, aún se tiene la certidumbre de tener infraestructura y buenos desarrollos de campos para mantener una producción estable, lo que nos toca resolver con mayor ahínco es el cómo lo distribuimos y almacenamos para evitar llegar a estos puntos de crisis. No así en el caso del gas natural, donde la preocupación recae desde el cómo incorporamos más reservas al inventario nacional –que dentro de la industria es la actividad con mayor riesgo- y el desarrollo de nuevos campos –que se presenta como la actividad que más capital requiere-.
A México le cuesta alrededor de 8 dólares producir 1mpc de gas mientras que en Estado Unidos –principal exportador a México de gas natural- se tienen costos de hasta 4 dólares, esto se puede explicar por el auge del gas de lutitas en la cuenca del Pérmico y en Eagle Ford. Es por ello que desde el 2009, cuando se alcanzó el máximo nivel de producción -7,000 mpc-, las administraciones gubernamentales anteriores hayan decidido comenzar a importar gas más barato descuidando el desarrollo de nuevos campos y la incorporación de nuevas reservas.
Uno de los objetivos específicos de la reforma energética es fortalecer el sector del gas natural en el país, en específico a través de las rondas 2.2 y 2.3, con lo que se espera disminuir la dependencia que se tiene con el gas natural de Estados Unidos mediante los permisos para que privados corran con los riesgos propios de las actividades de exploración y producción, con lo que se espera añadir 378 mmpcd a la producción local.
El tema del gas natural es de gran relevancia para las naciones que desean disminuir sus emisiones de gases de efecto invernadero y México no es la excepción, además de la incorporación de nuevas reservas, también se debe procurar el desarrollo de industrias como automotrices y generadores de energía que prefieran el uso del gas natural local, pudiendo así crear un mercado sano que mantenga los precios estables y que demande la infraestructura necesaria para su correcta distribución y almacenamiento. Con estímulos para el uso del gas natural, esta situación de dependencia se podría revertir.
Por: Luis Enrique Moreno Mendieta
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía la seguridad energética se define como: “la disponibilidad ininterrumpida de recursos energéticos a costos accesibles”. En la pasada crisis por el desabasto de combustible se evidenció la falta de certidumbre energética a lo largo del país, el endeble sistema de distribución de combustibles mostró que basta con tener pequeñas alteraciones en una de las tomas principales –el ducto Tuxpan-Azcapotzalco- para detener de manera alarmante a la economía 15 a nivel mundial.
Desde la cada vez menos abundante producción de hidrocarburos, hasta las fallas en la distribución y la nula capacidad de almacenamiento, el Sistema Energético Nacional pende día con día de un hilo tan delgado que tras cambios mínimos desata efectos desastrosos en todos y cada uno de los sectores del progreso nacional.
Sin embargo, cuando uno pretende estudiar la seguridad energética del país, el tema de las gasolinas no es el primero en prender los focos rojos, hay aún un rubro con menor certidumbre, el del gas natural.
El gas natural es usado en diversos sectores de diferentes tamaños, desde el uso en los hogares para realizar labores básicas como son el cocinar o la calefacción, hasta la generación de grandes cantidades de electricidad en las plantas termoeléctricas y también como combustible para automóviles, siendo menos agresivo para el ambiente que otros hidrocarburos más pesados.
Es por ello que cualquier persona podría pensar a priori que, dada la importancia del gas natural, se cuenta con una sólida estrategia para procurar su distribución de manera eficiente en tanto precios como en volúmenes y de manera sostenible para generaciones futuras. Nada más lejos de la realidad.
Estimados al 1 de enero del 2017 indican que las reservas 3P de gas natural en México rondan los 30,000 mmpc, de las cuales, 10,000 mmpc corresponden a las reservas probadas. Por otro lado, la demanda nacional actual supera los 8 mmpc de gas natural al día, de seguir con esta tendencia se tienen tan solo 3 años y medio con la demanda cubierta. Esto suponiendo que el total del consumo doméstico fuera abastecido con recursos originarios y no importaciones. Sin embargo, México únicamente produce 2,700 millones de pies cúbicos, importando así más del 60% de lo que se consume, es aquí donde radica el problema de la vulnerabilidad del gas natural en el país.
Mientras que en los hidrocarburos líquidos el problema principal recae en la distribución y almacenamiento, los problemas del gas natural se agravan hasta en el descubrimiento de las nuevas reservas y el desarrollo de campos y tecnología para su explotación; que son el principio de la cadena de valor. Es decir, aunque el crudo y sus derivados no estén llegando al consumidor final, lo cual se evidenció recientemente como un hecho gravísimo, aún se tiene la certidumbre de tener infraestructura y buenos desarrollos de campos para mantener una producción estable, lo que nos toca resolver con mayor ahínco es el cómo lo distribuimos y almacenamos para evitar llegar a estos puntos de crisis. No así en el caso del gas natural, donde la preocupación recae desde el cómo incorporamos más reservas al inventario nacional –que dentro de la industria es la actividad con mayor riesgo- y el desarrollo de nuevos campos –que se presenta como la actividad que más capital requiere-.
A México le cuesta alrededor de 8 dólares producir 1mpc de gas mientras que en Estado Unidos –principal exportador a México de gas natural- se tienen costos de hasta 4 dólares, esto se puede explicar por el auge del gas de lutitas en la cuenca del Pérmico y en Eagle Ford. Es por ello que desde el 2009, cuando se alcanzó el máximo nivel de producción -7,000 mpc-, las administraciones gubernamentales anteriores hayan decidido comenzar a importar gas más barato descuidando el desarrollo de nuevos campos y la incorporación de nuevas reservas.
Uno de los objetivos específicos de la reforma energética es fortalecer el sector del gas natural en el país, en específico a través de las rondas 2.2 y 2.3, con lo que se espera disminuir la dependencia que se tiene con el gas natural de Estados Unidos mediante los permisos para que privados corran con los riesgos propios de las actividades de exploración y producción, con lo que se espera añadir 378 mmpcd a la producción local.
El tema del gas natural es de gran relevancia para las naciones que desean disminuir sus emisiones de gases de efecto invernadero y México no es la excepción, además de la incorporación de nuevas reservas, también se debe procurar el desarrollo de industrias como automotrices y generadores de energía que prefieran el uso del gas natural local, pudiendo así crear un mercado sano que mantenga los precios estables y que demande la infraestructura necesaria para su correcta distribución y almacenamiento. Con estímulos para el uso del gas natural, esta situación de dependencia se podría revertir.