A pesar de distintos esfuerzos enfocados en lograr un mayor grado de responsabilidad ambiental, decisiones recientes han impactado de forma extraordinaria en la industria internacional de los hidrocarburos y su relación con el cambio climático.
Hace más de un año, en este mismo espacio, escribía sobre las inversiones estratégicas que las compañías petroleras multinacionales, mejor conocidas como Big Oil, estaban llevando a cabo en materia de energías renovables y eficiencia energética, buscando convertirse en empresas Big Energy, contando con portafolios más diversificados de proyectos.
En dicho texto concluía que, aunque este tipo de acciones eran coherentes con el escenario ambiental internacional, revalorizando a dichas compañías ante la sociedad, lo cierto es que éstas seguirían teniendo un impacto relevante en las emisiones de gases de efecto invernadero, al ser aún la extracción de petróleo y gas su negocio principal.
Desde entonces, los esfuerzos por reducir emisiones se han intensificado, sin embargo, en días pasados, diversos hechos han terminado por imponer condiciones específicas a las empresas respecto a ciertos objetivos ambientales y los plazos para alcanzarlos. Con ello, resulta claro que la política energética de las compañías en el sector de los hidrocarburos ya ha cambiado en gran medida y que continuará cambiando en años siguientes.
Una sentencia histórica
El pasado 26 de mayo, un tribunal en la Haya, Países Bajos, dictó una sentencia[1] en la que estableció que derivado de que Royal Dutch Shell ha contribuido en gran manera a impulsar una situación de cambio climático peligroso, ordenaba a la compañía a reducir a través de políticas corporativas, sus emisiones en un 45% neto para el 2030, en comparación con los niveles registrados en 2019.
La sentencia fue inesperada, ya que precisamente una de las compañías que encabezaba el movimiento de diversificación de tecnología y reducción de emisiones, era Royal Dutch Shell. La sentencia reconoció que la compañía ya había tomado medidas encaminadas a la reducción de emisiones, pero al no tener políticas concretas, que se basan en el monitoreo de acontecimientos sociales, juzgó que no eran suficientes y que debían ser más drásticas.
La resolución está siendo calificada como histórica al imponer medidas de mitigación rápidas y profundas a una empresa directamente y no a un país, debiendo alinearse con los objetivos establecidos en el Acuerdo de París. El tribunal holandés fue más allá de imponer las tradicionales multas, estableciendo una intervención dentro de las estrategias corporativas del grupo, mismas que tendrán necesariamente un impacto de carácter económico.
Un Ilegal peligro detenido mediante acciones judiciales
El antecedente judicial, particularmente en Europa, tiene potencial para detonar otras acciones legales en contra de empresas que los ciudadanos consideren que contribuyen en gran medida al cambio climático y, en consecuencia, violan sus derechos humanos. Con ese sentido de riesgo, muchas compañías podrían acelerar la venta de aquellos activos cuya tecnología ya no vaya en línea con esos nuevos objetivos internacionales.
El inicio de este caso en específico fue la demanda presentada por la organización Amigos de la Tierra Países Bajos, en conjunto con más de 17,000 ciudadanos holandeses. Sus argumentos se centraron principalmente en señalar que las emisiones anuales de Shell –alrededor del 3% total a nivel global– constituían un ilegal peligro que debía ser detenido mediante acciones judiciales.
Poco tiempo después de la sentencia, el director general de Shell, Ben van Beurden, indicó que estaban en desacuerdo con el fallo, anticipando que apelarán la resolución. No obstante, declaró que seguirían respondiendo al reto de hacer más en materia de mitigación. Antes de estos hechos, la empresa se había comprometido a reducir sus emisiones en un 20% para el 2030, pero a partir de los niveles de 2016.
Un cambio de enfoque en la estrategia corporativa
Como si parecieran actos coordinados, el mismo 26 de mayo otras empresas del sector también vivieron escenarios de cambio a través de resoluciones en sus asambleas de accionistas.
Para el caso de Exxon Mobil, un pequeño grupo de inversionistas denominado Engine No. 1, caracterizado por una ideología de retornos a largo plazo, logró nominar y reunir los votos suficientes para instalar a dos de sus miembros dentro del Consejo de Administración. Se espera que ello sea un cambio de enfoque en la estrategia corporativa, integrando al cambio climático como un elemento clave.
De igual forma, los accionistas de Chevron aprobaron una resolución a través de la cual la empresa recortará sus emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la explotación de petróleo, gas y demás productos que actualmente venden. La resolución fue aprobada con un 61% de los votos.
Todos estos casos en un lapso tan corto nos dan una óptica actual sobre las prioridades de los ciudadanos, los gobiernos, así como de las empresas y de la gente que las conforma. Sin duda, los criterios medioambientales, sociales y de buena gobernanza –ESG por sus siglas en inglés– son un parámetro vigente al momento de estructurar portafolios de inversión, por lo cual las empresas deben seguir actualizándose diariamente para buscar escenarios exitosos a futuro.
A pesar de lo anterior, es importante recordar que la transición energética requiere de enfoques integrales, buscando intersecciones con otros componentes, como lo son la alimentación, el bienestar social y el aspecto laboral. Por ello, debemos procurar que los parámetros que se busquen imponer a las empresas sean realistas en cuanto a sus posibles beneficios, pero también otro tipo de efectos indirectos.
[1] Royal Dutch Shell must reduce CO2 emissions. De Rechtspraak.
A pesar de distintos esfuerzos enfocados en lograr un mayor grado de responsabilidad ambiental, decisiones recientes han impactado de forma extraordinaria en la industria internacional de los hidrocarburos y su relación con el cambio climático.
Hace más de un año, en este mismo espacio, escribía sobre las inversiones estratégicas que las compañías petroleras multinacionales, mejor conocidas como Big Oil, estaban llevando a cabo en materia de energías renovables y eficiencia energética, buscando convertirse en empresas Big Energy, contando con portafolios más diversificados de proyectos.
En dicho texto concluía que, aunque este tipo de acciones eran coherentes con el escenario ambiental internacional, revalorizando a dichas compañías ante la sociedad, lo cierto es que éstas seguirían teniendo un impacto relevante en las emisiones de gases de efecto invernadero, al ser aún la extracción de petróleo y gas su negocio principal.
Desde entonces, los esfuerzos por reducir emisiones se han intensificado, sin embargo, en días pasados, diversos hechos han terminado por imponer condiciones específicas a las empresas respecto a ciertos objetivos ambientales y los plazos para alcanzarlos. Con ello, resulta claro que la política energética de las compañías en el sector de los hidrocarburos ya ha cambiado en gran medida y que continuará cambiando en años siguientes.
Una sentencia histórica
El pasado 26 de mayo, un tribunal en la Haya, Países Bajos, dictó una sentencia[1] en la que estableció que derivado de que Royal Dutch Shell ha contribuido en gran manera a impulsar una situación de cambio climático peligroso, ordenaba a la compañía a reducir a través de políticas corporativas, sus emisiones en un 45% neto para el 2030, en comparación con los niveles registrados en 2019.
La sentencia fue inesperada, ya que precisamente una de las compañías que encabezaba el movimiento de diversificación de tecnología y reducción de emisiones, era Royal Dutch Shell. La sentencia reconoció que la compañía ya había tomado medidas encaminadas a la reducción de emisiones, pero al no tener políticas concretas, que se basan en el monitoreo de acontecimientos sociales, juzgó que no eran suficientes y que debían ser más drásticas.
La resolución está siendo calificada como histórica al imponer medidas de mitigación rápidas y profundas a una empresa directamente y no a un país, debiendo alinearse con los objetivos establecidos en el Acuerdo de París. El tribunal holandés fue más allá de imponer las tradicionales multas, estableciendo una intervención dentro de las estrategias corporativas del grupo, mismas que tendrán necesariamente un impacto de carácter económico.
Un Ilegal peligro detenido mediante acciones judiciales
El antecedente judicial, particularmente en Europa, tiene potencial para detonar otras acciones legales en contra de empresas que los ciudadanos consideren que contribuyen en gran medida al cambio climático y, en consecuencia, violan sus derechos humanos. Con ese sentido de riesgo, muchas compañías podrían acelerar la venta de aquellos activos cuya tecnología ya no vaya en línea con esos nuevos objetivos internacionales.
El inicio de este caso en específico fue la demanda presentada por la organización Amigos de la Tierra Países Bajos, en conjunto con más de 17,000 ciudadanos holandeses. Sus argumentos se centraron principalmente en señalar que las emisiones anuales de Shell –alrededor del 3% total a nivel global– constituían un ilegal peligro que debía ser detenido mediante acciones judiciales.
Poco tiempo después de la sentencia, el director general de Shell, Ben van Beurden, indicó que estaban en desacuerdo con el fallo, anticipando que apelarán la resolución. No obstante, declaró que seguirían respondiendo al reto de hacer más en materia de mitigación. Antes de estos hechos, la empresa se había comprometido a reducir sus emisiones en un 20% para el 2030, pero a partir de los niveles de 2016.
Un cambio de enfoque en la estrategia corporativa
Como si parecieran actos coordinados, el mismo 26 de mayo otras empresas del sector también vivieron escenarios de cambio a través de resoluciones en sus asambleas de accionistas.
Para el caso de Exxon Mobil, un pequeño grupo de inversionistas denominado Engine No. 1, caracterizado por una ideología de retornos a largo plazo, logró nominar y reunir los votos suficientes para instalar a dos de sus miembros dentro del Consejo de Administración. Se espera que ello sea un cambio de enfoque en la estrategia corporativa, integrando al cambio climático como un elemento clave.
De igual forma, los accionistas de Chevron aprobaron una resolución a través de la cual la empresa recortará sus emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con la explotación de petróleo, gas y demás productos que actualmente venden. La resolución fue aprobada con un 61% de los votos.
Todos estos casos en un lapso tan corto nos dan una óptica actual sobre las prioridades de los ciudadanos, los gobiernos, así como de las empresas y de la gente que las conforma. Sin duda, los criterios medioambientales, sociales y de buena gobernanza –ESG por sus siglas en inglés– son un parámetro vigente al momento de estructurar portafolios de inversión, por lo cual las empresas deben seguir actualizándose diariamente para buscar escenarios exitosos a futuro.
A pesar de lo anterior, es importante recordar que la transición energética requiere de enfoques integrales, buscando intersecciones con otros componentes, como lo son la alimentación, el bienestar social y el aspecto laboral. Por ello, debemos procurar que los parámetros que se busquen imponer a las empresas sean realistas en cuanto a sus posibles beneficios, pero también otro tipo de efectos indirectos.
[1] Royal Dutch Shell must reduce CO2 emissions. De Rechtspraak.